La vida de nuestras madres y abuelas
Una
mezcla de experiencias personales y amor incondicional convierten a
cada madre en el faro que guía a sus hijos por la vida, ellas, que están siempre presentes en los momentos más decisivos de nuestra vida, son también las que sostienen nuestra frágil voluntad en los momentos más duros. Las madres a través de ese plato favorito, de una pequeña
regañina, un detalle o incluso una mirada, mantienen una conexión
invisible con los hijos que no acaba ni siquiera con la muerte.
Eras tú la que siempre estaba ahí,
como la cara oculta de la luna,
la que no se veía ni se la notaba,
la que me abrigaba cuando era pequeño,
en las dilatadas y gélidas noches de invierno.
Cuando yo por algo lloraba, me llenaba de caricias y abrazadas,
la que iba delante de mí quitando los obstáculos para despejarme el camino.
La que me consolaba cuando estaba
triste, por otro amor que se había ido.
La que nunca consintió que perdiera,
por poco que en la apuesta hubiera invertido.
Aquella que, siendo yo mal parecido,
me seguía viendo el ser más bellido.
La que nunca me negaba una sonrisa
aunque por dentro, ella estuviese dolida.
Aquella que por las noches me esperaba a que llegara a casa,
a pesar del cansancio que la brega del día, le hacía estar rendida.
Tú, que me dabas todo el amor que de ti
emanaba, sin pedirme nada a cambio.
Esa era mi madre, como muchas, abnegada,
sonriente, luchadora y sobre todo, sufrida.
Cuanto hubiera dado yo ahora, para poder compensarla de tantas penas y sinsabores sufridos, pero…..ya es tarde, se fue satisfecha de su deber de madre cumplido, yo me quedo ahora con el remordimiento de no haberle devuelto los desvelos y mimos que tuvo hacia mí. He tenido que ser padre para comprenderlo.
Comentarios
Publicar un comentario